jueves, 6 de octubre de 2011

2.- LA PRINCESA DE LA BUFA

Dícese que en el pintoresco y bello picacho del cerro de la Bufa hay una princesa encantada de rara hermosura, que en la mañana de cada 31 de julio, Día de la Cueva, al celebrar a nuestro Santo Patrono San Ignacio de Loyola, sale al encuentro del caminante varón, pidiéndole que la conduzca en brazos hasta el templo de la Basílica de Guanajuato, y que al llegar al altar, volverá a renacer la ciudad encantada, con toda la riqueza y plata, que fue esta capital hace muchos años, la ciudad que se encuentra abajo, sepultada con las inundaciones. Y que ella, la joven del hechizo, recobrará su condición humana.
Pero… para romper este encantamiento hay condiciones precisas, tales como que el viajero, fascinado por la belleza de la joven que le llama, tenga la fuerza de voluntad suficiente para soportar varias pruebas: que al llevarla en sus brazos camine hacia adelante sin turbación y sin volver el rostro, no obstante escuche voces que le llamen y otros ruidos extraños que se produzcan a su espalda.
Si el elegido pierde la serenidad y voltea hacia atrás, entonces la bella muchacha se convierte en horrible serpiente y el caballero se convertirá en piedra, terminando así la historia, con una piedra más en el camino.
La oferta es tentadora: una lindísima muchacha y una fortuna inacabable, pero, quién es el galán con temple de acero, que puede realizar esta hazaña?
Escritores y poetas nacen y mueren, y nos comparten la leyenda de “La ciudad encantada de Guanajuato, con su hermosa princesa de la Bufa”. No ha sido fácil, pues la ciudad, tiene más de cuatro siglos y no ha habido quien cumpla los requisitos, para deshacer el hechizo

sábado, 1 de octubre de 2011

1.-EL CALLEJON DEL BESO

Se cuenta que doña Ana era hija única de un hombre intransigente y violento Doña Ana era cortejada por un joven galán, don Carlos. Al ser descubierta por su padre, sobrevinieron el encierro, la amenaza de enviarla a un convento, y lo peor de todo, casarla en España con un viejo y rico noble, con lo que, además, acrecentaría el padre su mermada hacienda.

La bella y sumisa criatura y su dama de compañía, doña Brígida, lloraron e imploraron juntas, pero de nada sirvió.
Así, antes de someterse al sacrificio, resolvieron que doña Brígida llevaría una misiva a don Carlos con la infausta nueva.


Mil conjeturas se hizo el joven enamorado, pero de ella, hubo una que le pareció la más acertada.
Una ventana de la casa de doña Ana daba hacia un angosto callejón, tan estrecho que era posible, asomado a la ventana, tocar con la mano la pared de enfrente.


Si lograban entrar a la casa de enfrente, podría hablar con su amada y, entre los dos, encontrar una solución a su problema. Pregunto quién era el dueño de aquella casa y la adquirió a precio de oro.
Hay que imaginar cuál fue la sorpresa de doña Ana cuando, asomada a su balcón, se encontró a tan corta distancia con su joven enamorado.


Unos cuantos momentos habían transcurrido de aquel inenarrable coloquio amoroso, pues, cuando más abstraídos se hallaban los dos amantes, del fondo de la pieza se escucharon frases violentas. Era el padre de doña Ana increpando a Brígida, quien se jugaba la misma vida por impedir que su amo entrara a la alcoba de su señora.


El padre arrojó a la protectora de doña Ana, como era natural, y con una daga en la mano, de un solo golpe la clavo en el pecho de su hija.
Don Carlos enmudeció de espanto, pues la mano de doña Ana seguía entre las suyas, pero cada vez más fría.


Ante lo inevitable, don Carlos dejó un tierno beso sobre aquella mano tersa y pálida, ya sin vida.
Por esto a este lugar, sin duda unos de los más típicos de nuestra ciudad, se le llama el Callejón del Beso